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Mujeres viajeras. Política, derechos y aventuras desde miradas pioneras. 1864 – 1920

Lina Beck-Bernard, Florence Dixie, Katherine Dreier, Ada Elflein, Eduarda Mansilla, Juana Manso, Juana Rouco Buela. Edición de Luisa Borovsky.

En la Antigüedad, mientras los hombres se lanzaban a empresas de exploración y conquista, las mujeres permanecían inmóviles en su hogar. El Medioevo les otorgó una forma de viaje permitido: la peregrinación a los Santos Lugares. Durante el Renacimiento, artistas e intelectuales humanistas viajaron a Italia para tomar contacto con la cultura clásica, anunciando los Grand Tour, las giras educativas por Europa que en el siglo XVIII realizarían los jóvenes aristócratas británicos. Esos itinerarios estaban reservados a los varones, por entonces las mujeres sólo podían desplazarse como acompañantes de sus maridos. Aun desde ese lugar, el viaje les abrió nuevos horizontes. Dejaron de ser espectadoras pasivas de los desplazamientos de otros para convertirse en observadoras de nuevas dimensiones espaciales y emocionales, e incluso en narradoras que exploraban la propia subjetividad: su mirada curiosa empezó a transformarse en literatura de viaje, un género en el que se amalgamaba el propósito testimonial con el registro privado, íntimo, de la autobiografía, el diario o las cartas que reponían la experiencia personal.

El Libro de la Almohada

Sei Shonagon

Edición especial con dibujos de Lola Goldstein. La literatura japonesa no es milenaria sino tardía y tiene la particularidad de que las obras maestras iniciales de su narrativa están escritas por mujeres: El Libro de la Almohada, de Sei Shônagon y el Romance de Genji, de Murasaki Shikibu, fueron escritos entre fines del primer milenio de nuestra era y comienzos del segundo. Dueñas de un nuevo sistema de expresión, las mujeres fueron las protagonistas de la literatura, porque lo literario circulaba en ámbitos predominantemente femeninos, con audiencias exclusivas que gustaban de los diarios y las memorias, el intercambio de poemas y los acertijos literarios. Sei Shônagon, la autora de este maravilloso libro, aparece como la mujer que demuestra su superioridad intelectual ante cualquiera que se le aventure en una conversación, dentro del marco de una sociedad donde hombres y mujeres comparten cierta camaradería. Una mujer de mundo, inteligente, cultivada, un poco cínica, que manifiesta siempre sus gustos y predilecciones. Es la pionera de un género propio de la literatura japonesa vigente aún hoy: Zuihitsu, el ensayo fugaz y digresivo, literalmente “al correr del pincel”. Una dispersión del sujeto en fragmentos que evocan emociones, transcriben observaciones, detallan apuntes autobiográficos o componen poemas, con total ausencia de una dirección predeterminada, pero con una gran unidad estética y conceptual.

Poesía completa

Olga Orozco

Reunir una obra poética supone que un hilo invisible la fue encuadernando durante años y que sólo queda hacerlo evidente. Es el identikit de una voz que desde lejos nos convoca a actualizar todos los libros en uno nuevo. Y en el caso de Olga Orozco esto es efectivamente así. Desde lejos, su primer libro, publicado en 1946, ya nos habla del último. “Son los seres que fui los que me aguardan.” En la recepción en México del Premio de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo en 1998, Orozco afirmó que “la poesía espera para sí misma la misteriosa gratificación de asir lo inasible y expresar lo inexpresable”. Y probablemente nada sea tan inexpresable como el tiempo de la subjetividad ni tan inasible como la muerte. Estos dos jeroglíficos que acompañan desde el inicio la investigación poética orozquiana, lejos de pretender aportar la versión definitiva, le van agregando a lo indecible, con cada vuelta de tuerca, palabras nuevas. Son repeticiones compulsivas donde lo mismo y lo diferente golpean juntos la puerta de acceso a lo real. Y lo real alcanzó por fin el futuro un domingo 15 de agosto de 1999 con la muerte de la poeta. Pero también alcanza ahora, con este nacimiento que actualiza todos los libros en un nuevo cuerpo (“es mi propia manera de partir y volver a nacer”, nos diría ella), una posibilidad renovada, distinta, impredecible de convocar las lecturas que vendrán.

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